Los conflictos en pareja, aunque son dolorosos ofrecen una ventana a las emociones de los dos: sus decepciones, esperanzas, fortalezas y debilidades. Si eres capaz de llegar a ver estos conflictos desde la comprensión de las intensas emociones que mueven a cada uno, y no con el objetivo de culpar y encontrar fallos al otro, podrás aprender más sobre ti y tu pareja, y de vuestra interacción.
Esta comprensión y entendimiento en los momentos de conflicto, permite valorar a los demás de forma más completa, empática y honesta, y te puede llegar a inspirar compasión o ternura el punto de vista del otro. A través de este entendimiento, también se puede obtener una perspectiva que reducirá los conflictos, tal vez incluso te permita reírte de ellos, a veces. La comprensión y la ternura y la compasión mutua y una mayor perspectiva de los conflictos pueden llevarte a aceptar los sentimientos y el comportamiento de los demás, lo que a su vez permite romper los círculos viciosos de las discusiones, y desacuerdos , o al menos permitirá recuperarse de esos conflictos más rápido.
Por lo menos, el proceso de analizar y discutir las diferencias y conflictos en una atmósfera de aceptación promoverá una mayor tolerancia entre la pareja; y en el mejor de los casos, puede mejorar la intimidad de la misma. El conflicto ofrece no solo la amenaza de la alienación sino también la posibilidad de intimidad. Cuando la aceptación es lo primero, allana el camino para el cambio. Cuando tu y tu pareja experimentáis una mayor aceptación mutua, vuestra resistencia al cambio a menudo se disuelve. Es posible que estéis más abiertos a la adaptación entre vosotros, y a acomodarse de forma que se reduzca el conflicto. Es posible que os podáis comunicar más claramente, negociar y resolver problemas de manera más efectiva ya que ya el otro no es tu adversario.
Los desencadenantes de un conflicto son siempre los mismos:
- La crítica o el ataque verbal
- Demandas que el otro recibe como injustas
- Molestias que se repiten y acumulan
- Rechazo de los gestos del otro
En el caso de una crítica, una demanda injusta y una molestia acumulativa, son las acciones de la pareja las que ofenden. En el caso del rechazo, es la falta de respuesta de la pareja lo que conduce al conflicto. Sin embargo, cuando tales eventos ocurren repetidamente, nos volvemos más sensibles a esos desencadenantes, de modo que con el tiempo se requiere cada vez menos provocación para empezar un conflicto.
En el caso de los conflictos, somos muy conscientes de las acciones dañinas o los defectos de nuestra pareja, pero consideramos que nuestro propio comportamiento hiriente es simplemente una reacción a las afrentas del otro.
Cuando explicamos nuestras propias acciones poco deseables en un conflicto, tendemos a mirar hacia fuera de nosotros mismos. Pensamos que la presión o los desagradables comentarios de los demás nos han provocado para hacer lo que hemos hecho. Nuestros ojos y oídos están dirigidos al mundo exterior, por lo que somos muy conscientes de las presiones externas que nos afectan e influyen en nuestro comportamiento. Pero cuando explicamos las acciones de los demás, generalmente buscamos factores dentro de ellos, como sus rasgos de personalidad, o sus defectos.
Cuando surge un conflicto, normalmente no tenemos suficiente con considerar al otro culpable sino que además necesitamos que el otro confiese su culpa, y admita que es egoísta, o que nos ha faltado al respeto, o lo que sea que consideramos que haya hecho. También necesitamos que nos prometa que va a cambiar. Y si todo ello sucede, podemos pasar página tranquilamente.
Puesto que creemos que sólo reaccionamos a las provocaciones de nuestra pareja, que consideramos como el villano, y nosotros tendemos a asumir el rol de víctima.
No obstante, hemos de pensar que cuando aparece un conflicto, nosotros también formamos parte de el, y somos cómplices del mismo, de alguna manera. Es muy útil que nos preguntemos:
Qué dice este problema de mi?
La batalla de acusaciones
Si no explicamos al otro en qué se equivoca o que defectos tiene, no lograremos que cambie nunca. Necesita saber dónde falla. Pero todo lo que para nosotros es realmente una explicación, para nuestra pareja suena a acusación. Cuando nos sentimos atacados sólo pensamos en defendernos o en atacar también. Así que el camino de los ataques termina en una batalla de acusaciones.
Qué podemos hacer para evitar la guerra?
Si nos calmamos y elegimos un buen momento para hablar con nuestra pareja, y le explicamos nuestro punto de vista, intercalando comentarios positivos con los negativos, emitiendo más que juicios opiniones, hablando siempre con respeto, cariño y compasión, será más probable que nos escuche. Hemos de estar dispuestos también a escuchar su opinión y sus quejas, puesto que para el otro, nosotros también hemos fallado.